Vivo en Los
Teques, estado Miranda y trabajo en un colegio del municipio Chacao. Si les
quisiera hablar de distancias entre mi casa y mi trabajo les puedo decir que
cada mañana me levanto a eso de las 4:30 a.m. y para estar puntual a las 7:20
a.m. en mi trabajo debo pues, estar a eso de las 5:15 a.m. en la estación Alí
Prímera, de allí recorro media ciudad caraqueña, paso de una línea a la otra en
alrededor una hora, dos transbordos y
veintidós estaciones. Normalmente cuando
tomo el metro busco poder sentarme ya que si contamos ese recorrido por ida y
vuelta cinco veces a la semana, algo cansa ¿no?
Ese tiempo lo
invierto en corregir exámentes, releerme El Principito, maquillarme, dormir o
escuchar música.
En mi recorrido
logro sentarme en algunos casos pero normalmente el tiempo apremia así que he logrado
en justo al final de cualquier vagón recostarme de la pared-puerta del metro,
allí descanso, mientras finalmente llego a mi lugar de destino.
Allí las conocí a
ellas, dos mujeres que venían al igual que yo con deseos de poder ir sentadas
en aquel recorrido de veintidós estaciones
pero demasiado apuradas como para esperar. Una de ellas nunca supe su
nombre pero sí que era joven y algo le dolía.
No voy a caer en
aquellas clases de ética del metro de
¿cómo era posible qué nadie le diese el puesto? ¿Acaso nadie ve que aquella
mujer le dolía la pierna? En fin, aquél que se queda dormido o no le da el
puesto no es ya de mi interés… me arrimo un poco y ella toma el pseudo puesto
improvisado con la pared-puerta del metro mientras arrimo unas bolsas y mi
bulto que también necesitaban recostarse.
-
Ay,
Jhonathan se fue en el vagón anterior a ver si llega. Los Guardias son así, si
llega tarde lo dejan pasar pero igual lo ponen inasistente ¿te sigue doliendo,
mi negra?
-
Sí,
como que me voy a sentar un poco- Se recuesta de la pared-puerta en cunclillas-
No me acuerdo
mucho de qué hablaban pero sin ningún remedio no podía dejar de fijarme en
ella, joven y morena… iba en aquel metro con un gran dolor esperando de alguna
manera poder sentarse o quizás calmar esa dolencia… por mi mente pasaba ¿será
que se baja en Maternidad? ¿Se habrá caído?
-
Coño,
este carajito no ha llegado… lo van a reportar, ya la directora lo amenazó con
no dejarlo entrar más-
Finalmente
alguien se baja y ella logra sentarse, sonríen y ya a mí me incluyen… luego de
tanto mirarla y tratar con mis miradas ayudarla a calmar el dolor somos
cómplices en el recorrido.
Ella se sienta y
ahí, como con un deseo de contarme la historia que está detrás, leyendo mi mente
curiosa, la vecina me lo dice todo:
-
Tiene
33 años y tiene cáncer, le diagnosticaron cáncer de mamas pero ya lo tiene todo
esparcido por los pulmones, cerebro y estómago-
-
¿Cómo?
Pero, si solo tiene 33 años-
-
Sí,
es joven (con los ojos llorosos) pero ya no podemos hacer nada, entre los
vecinos la ayudamos ya que no tiene más familia… su mamá se murió el año pasado
de un infarto.
-
¿Y
ahora qué hacen?
-
Bueno, vamos rumbo a la avenida Urdaneta para el
Padre Machado, el embarazo le adelanto el cáncer como tres años.
-
¿Embarazo?
-
Sí ,
tiene cuatro chamos, los hombres no se hacen cargo y el recién nacido no quiso
presentarlo y como ya sabemos qué le espera una vecina lo llevó al Registro-
-
¿y el
resto de los niños?
-
Bueno
los de dos y tres años logramos hablar con la mamá del hombre para que se quede
con ellos y la de nueve estamos haciendo los trámites en la LOPNA para poder
quedármela.
El llamado de
Zona Rental nos avisa el final del recorrido y la señora termina diciéndome que
ella no sabía cuan avanzado tenía el cáncer y por ahora le ha dicho que viva
cada día como el último… y a mí me dejó algo en qué pensar durante todo
el día. Falta de medicina preventiva, el derecho de aquella mujer de estar con
sus hijos, falta o exceso de no sé qué...muchas preguntas que no terminan.
Nos
despedimos y la vecina me da una mirada
con un Dios te bendiga, ella solo sonríe ignorando aquella conversación.
Otro día continúa
y ya con eso para mí es suficiente.
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